La diabetes. segunda parte:la insulina

Decíamos en la primera entrega que la falta de insulina hace que la glucosa se acumule en la sangre. Y el exceso de glucosa en sangre causa problemas de coagulación, circulatorios, problemas del riñón, de la retina… Eso, por sí, no mata, pero produce muchas complicaciones y pérdida de calidad de vida. Y al final sí mata; la diabetes fue la décima causa de muerte en España en 2013.
Para un bombero el humo no es el problema; el problema es el fuego. La diabetes no es un problema de glucosa, es un problema de insulina.
Aunque lo he buscado no he logrado diferenciar cuantas de las 144 muertes recogidas en las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística debidas a “Accidentes por fuego, humo y sustancias calientes > Ambos sexos > Todas las edades>Año 2013” se deben al fuego y cuantas al humo. El humo, imagino, mata tanto como el fuego. Puede que incluso más
La insulina es una proteína como las de la carne, el huevo, el pescado y las legumbres. Si la consumiéramos vía oral nuestro estómago no la distinguiría de las otras proteínas la disolvería en el ácido, la fraccionaría y la digeriría haciendo inútil el suministro. Idea descartada. Pero ¿y si la metemos en una cápsula que resista la acidez del estómago? Bien, se podría hacer.
Pero tampoco serviría; nuestro tubo digestivo sólo asimila aminoácidos (fracciones de proteínas), no moléculas completas como la insulina. Ni siquiera la podríamos usar como precursora de otras proteínas, la eliminaríamos con las heces.
¿Inhalada? Ya se intentó. Con graves consecuencias; cáncer de pulmón. Meter una proteína en el pulmón da problemas. Además que la dosis variaba mucho entre fumador y no fumador, sano y acatarrado… Tampoco.
Sólo cabe suministrarla por inyección. Por suerte no hace falta que sea en vena como los heroinómanos, ni en el músculo como las vacunas y los antibióticos. Gracias a Dios podemos ponerla subcutánea con una aguja fina y corta.
¿Y un trasplante de páncreas? Se están haciendo, pero por ahora, no son la solución. Mientras no sepamos cómo se ha estropeado el páncreas de serie no podemos probar a poner uno de repuesto. Si ha sido el sistema inmune el que se lo ha “cargado”, volverá a cargarse otro y todos los que le pongamos. Un trasplante es algo muy gordo como para arriesgarnos a que falle al segundo día, o al segundo mes, da lo mismo. Quizá en unos años se haya resuelto lo del trasplante o haya una vacuna contra un virus ahora desconocido…
¿Cirugía bariátrica? Es solución (cara) para unos pocos. Para un porcentaje de los que se operan es cambiar la esclavitud de la aguja por la esclavitud de la batidora; nunca vuelven a comer sólido.
¿Células madre? Por ahora es mera ciencia ficción.
Así que hay que aprender a vivir con las “plumas” de insulina. No soy diabético, pero buscando entender la enfermedad y al enfermo, probé una vez a pincharme con una pluma de insulina, con placebo, que lo del pinchazo de insulina en paciente sano ya lo usaba Agatha Christie en alguna de sus novelas de asesinatos.
Repito; me pinché. No fue ninguna heroicidad, ni fue para tanto. Me dio más repelús que dolor.
Imagino que varios pinchazos al día deben molestar, y si no se varía la zona se puede hacer callo, pero cada vez las agujas son más finas y los dispositivos más sensibles.
Superado ese contratiempo vamos a centrarnos en el fármaco: básicamente hay dos tipos de insulina; la rápida, con la que se busca y consigue un efecto inmediato, en breves minutos, y la lenta, de acción larga o basal, con la que el efecto se espera que dure al menos un día. Ya está comercializada una insulina basal que se inyecta cada 48 horas. Y en investigación alguna más larga aun.
La insulina no tiene dosis. Es el paciente el que la tiene. Son trajes a medida. A medida del estado del páncreas. Dos pacientes diabéticos de igual sexo, similar edad y parecida constitución y peso pueden requerir dos dosis radicalmente distintas, llegando incluso a ser una diez veces más que la del otro.
La pauta más normal es una inyección de insulina basal por la noche que cubra los requerimientos básicos, y tantas inyecciones de insulina rápida como comidas se realicen al día.
Pero eso es sólo estadística, cada paciente tiene unas necesidades distintas que llevarán a que se personalice el tratamiento; hay quien se pincha una sola vez al día, al igual que es muy normal quien se inyecta dos, tres o cuatro veces. Más veces es raro, aunque perfectamente posible. Los laboratorios farmacéuticos ponen en el mercado diferentes presentaciones y mezclas de ambos tipos de insulina para que se pueda adaptar perfectamente a cada persona.
Pacientes tipo 1 que tienen asumida su enfermedad alcanzan un control tal que les permite realizar una vida plena, sin renunciar a excursiones, deportes, comidas, diversiones… De verdad que se puede. No son esclavos de la jeringa, son sus dueños.
Autor: José Ramón García Soláns
Farmacéutico Comunitario