Alergia, ¿cómo combatirla?

23 abril, 2025
Alergia

La alergia, o las enfermedades alérgicas, se producen por una reacción exagerada del sistema inmunitario del paciente frente a diversas sustancias del entorno que pueden tener diversa procedencia (pólenes, alimentos, medicamentos, etc.).

La aparición de este tipo de enfermedades presenta un aumento alarmante en las últimas décadas, hasta el punto de convertirse hoy en una preocupación de salud pública. Así, las alergias afectan a alrededor de 150 millones de personas en Europa. Las previsiones de la Organización Mundial de la Salud estiman que, en 2050, la población mundial será de 9.000-10.000 millones de personas, de las que 2.000 – 4.000 millones tendrán alergias.

Este tipo de enfermedades son procesos muy frecuentes que afectan preferentemente a niños y personas jóvenes, en las fases de sus vidas en las que la producción laboral o académica es más intensa. Interfieren así de forma significativa las actividades cotidianas y perturban el sueño con frecuencia.

Por todo ello, resulta interesante conocer qué son las alergias y cómo se producen las reacciones alérgicas, así como los recursos disponibles para combatirlas, como por ejemplo los antihistamínicos que no producen somnolencia.

¿Qué son las alergias?

El término alergia fue acuñado en 1906 por el Dr. Clemens Von Pirquet para definir un tipo especial de respuesta inmunológica o defensiva frente a sustancias que normalmente no inducen reacciones en la mayoría de las personas. El origen de una reacción alérgica no está por tanto en el agente que la produce, sino en el propio individuo.

Una reacción alérgica se puede definir como una respuesta inmune adaptativa específica contra un antígeno extraño. Este antígeno extraño habitualmente no produce reacción en la población general, sólo en personas sensibilizadas al mismo, denominándose alérgeno. Es, por tanto, una anomalía de la respuesta del sistema inmunitario frente a elementos de nuestro entorno que de manera general no suponen ninguna amenaza para nosotros. Esta respuesta tiene lugar en un gran número de individuos de las sociedades occidentales desarrolladas. Así, por ejemplo, un grano de polen o las proteínas que contiene la leche de vaca no suponen ninguna amenaza para nuestro organismo, sin embargo, en los individuos que son alérgicos, su sistema inmunitario reacciona intensamente contra ellas, segregando sustancias que producen los síntomas.

Dependiendo del órgano en el que se produzca estas reacciones alérgicas, se manifiestan unos síntomas u otros. Por ejemplo, si tienen lugar en el aparato respiratorio, se aquejarán síntomas típicos de rinitis o de asma. Si suceden en la piel aparecerán síntomas de urticaria o eccema.

¿Cómo se producen las reacciones alérgicas?

Las reacciones alérgicas más frecuentes son las mediadas por IgE y se denominan reacciones de hipersensibilidad inmediatas. Una reacción de este tipo se produce en dos etapas que ocurren en periodos de tiempo diferentes.

La primera etapa es la sensibilización del paciente al alérgeno o fase de sensibilización, que precede en días, semanas, meses, o incluso años, a la aparición de los síntomas. Durante este período se sintetizan anticuerpos IgE (tipo de anticuerpo presente en todas las personas, que interviene en la respuesta inmune específica al reconocer un agente extraño potencialmente peligroso sobre el que actúan nuestras defensas) y se generan linfocitos específicos para el alérgeno. Así, cuando un alérgeno, por ejemplo, el polen, se pone en contacto con una barrera natural (piel o mucosas) es captado por las células presentadoras de antígeno, digerido en su interior y descompuesto en pequeñas moléculas que son llevadas a la superficie y expuestas a los receptores de los linfocitos T. Estos últimos interaccionan con los linfocitos B, los cuales producen IgE específicas frente a ese alérgeno concreto.

Siguiendo con el ejemplo del polen, en una segunda fase de exposición al mismo, se produce la manifestación de la enfermedad alérgica. El polen interacciona con los anticuerpos IgE específicos que ya habían sido secretados. Es entonces, al contactar el alérgeno y el anticuerpo, cuando se produce una señal intracelular que permite que estas células liberen el contenido de sus gránulos, repletos de histamina y otras sustancias con potente actividad inflamatoria. De esta manera se desencadena la reacción alérgica dando lugar a la liberación de mediadores de la inflamación y a los síntomas. Todo esto suele ocurrir a los 15-20 minutos de inhalar el polen, al cual el individuo está sensibilizado, y empezará a notar los síntomas típicos de alergia naso ocular y/o respiratoria (picor de nariz y ojos, estornudos, lagrimeo, obstrucción nasal, secreciones acuosas por la nariz, tos, opresión torácica, dificultad respiratoria) producidos por la acción de la histamina y de las demás sustancias liberadas.

Además de ese tipo de respuesta alérgica, se han descrito otras tres formas de reaccionar entre el sistema inmunitario y los antígenos, dependiendo del tipo de células y de inmunoglobulinas que participen en la respuesta:

  • Reacción de tipo II (mediada por anticuerpos no IgE).
  • Reacción de tipo III (mediada por inmunocomplejos de antígeno + anticuerpo).
  • Reacción de tipo IV o hipersensibilidad retardada (mediada por células). En este tipo su desarrollo requiere más de 24 horas tras exposición al antígeno.

El papel de los antihistamínicos que no producen somnolencia. ¿Qué son?

Los antihistamínicos son los medicamentos más empleados en el tratamiento de las enfermedades alérgicas. Se trata de un grupo de fármacos cuya característica común es la de inhibir los efectos de la histamina. La histamina es una sustancia química presente en todos los tejidos del organismo, fabricada y almacenada en células especializadas llamadas mastocitos y en un tipo de glóbulos blancos de la sangre llamados basófilos. Interviene en numerosos procesos fisiológicos, desde las reacciones alérgicas a la secreción ácida del estómago, y a nivel del sistema nervioso central (SNC).

Aunque la histamina actúa a través de cuatro tipos distintos de receptores (llamados H1, H2, H3 y H4), los antihistamínicos propiamente dichos son los inhibidores específicos de los receptores H1.

¿Para qué sirven los antihistamínicos?

Los antihistamínicos se emplean, sobre todo, en el tratamiento sintomático de distintas enfermedades alérgicas, ya que muchos de sus síntomas (picor de ojos, goteo de nariz, picor de piel…) están causados por la acción de la histamina. Se utilizan además en enfermedades y procesos como rinitis y conjuntivitis alérgicas y no alérgicas; urticarias agudas y crónicas, etc.

Se trata de un grupo muy heterogéneo de medicamentos que, desde el punto de vista clínico, se pueden clasificar en antihistamínicos clásicos o de primera generación, y antihistamínicos no sedantes o de segunda generación. Son precisamente estos últimos los que mayor interés han despertado en los últimos tiempos, ya que presentan una acción más selectiva y menor distribución en el sistema nervioso central, por lo que resultan menos nocivos sobre el rendimiento laboral y escolar, la conducción de vehículos, el manejo de maquinaria y otras actividades diarias que dependen del grado de alerta.

Recomendaciones de uso de medicamentos antihistamínicos

Los antihistamínicos no sedantes son los fármacos de primera elección en determinadas afecciones como la rinoconjuntivitis alérgica y la urticaria. En su mayoría permiten su administración en una dosis única diaria, lo que mejora el cumplimiento por parte del paciente.

Hoy en día existen en el mercado medicamentos antihistamínicos de este tipo que no precisan receta médica y que pueden ser dispensados en la farmacia comunitaria. Algunos de ellos, aunque alivian eficazmente los síntomas como el picor nasal, estornudos o rinorrea y ojos rojos y llorosos, no actúan directamente sobre la obstrucción nasal, por ello, puede ser útil combinarlos con soluciones para la congestión nasal, como descongestionantes tópicos o lavados nasales frecuentes para mejorar el confort respiratorio, o corticoides nasales.

Este tipo de antihistamínicos constituyen un recurso útil para el tratamiento de síntomas que caracterizan los procesos alérgicos, se pueden utilizar en adultos y adolescentes a partir de 12 años. Se administran por vía oral y su efecto suele durar 24 horas. De manera general presentan pocos efectos adversos leves, incluso después de tratamientos continuos a largo plazo.

Asimismo, en este contexto, algunos consejos en alergias incluyen evitar la exposición a alérgenos conocidos y mantener una buena ventilación en casa, entre otras recomendaciones.

En caso de presentar síntomas de enfermedad alérgica es conveniente consultar con un profesional sanitario, como el médico o el farmacéutico, ellos pueden aconsejarnos sobre el uso adecuado de este tipo de medicamentos. Pueden aportarnos las pautas correctas para su utilización, ya que deben utilizarse como tratamiento sintomático, es decir, para contrarrestar los síntomas, por ello, parece lógico tomarlos “a demanda” en función de los síntomas. Sin embargo, algunas enfermedades alérgicas pueden ser muy persistentes en el tiempo y beneficiarse del tratamiento continuo durante varios meses, por eso es importante consultar con un profesional sanitario que valore la situación y nos indique su uso correcto.

Referencias

  1. Chabane, H. Alergología en la práctica. Tratado de Medicina, 2024; 28 (1): 1-10. [Acceso: 3 de abril de 2025]. Disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1636541023487223?via%3Dihub

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  5. Yanai, K.; Rogala, B.; Chugh, K.; Paraskakis, E.; Pampura, A.N.; Boev, R. Consideraciones de seguridad en el tratamiento de enfermedades alérgicas: centrarse en los antihistamínicos. Investigación y opinión médica actual, 2012; 28(4): 623-642. [Acceso: 3 de abril de 2025]. Disponible en: https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1185/03007995.2012.672405?scroll=top&needAccess=true

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